Dora Dolz 1941 – 2008
Con la presencia de su bebé destacó notablemente entre sus compañeros de estudios, en general más jóvenes. Pero esa no fue la única razón por la que Dora destacara. Inmediatamente se distinguió por su trabajo, que era completamente diferente en naturaleza y atmósfera a lo que se hacía en la academia en ese momento. Su pasión y su carácter melancólico y nada holandés impresionaron a estudiantes y profesores. Pintó retratos de tamaño natural de algunos de ellos en colores suaves y apagados. Parte de esa obra se exhibió en la galería Het Venster en Gouvernestraat en 1973, incluido un retrato doble de los artistas visuales de Rotterdam Woody van Amen y Will Rockx.
Su poder creativo relajado, así como sus imaginaciones fantásticas y coloridas, son algunas de las características más importantes del trabajo de Dora. A veces suponen una celebración del color y la inventiva, aunque no por eso es necesariamente alegre. “Vanitas” es el tema más importante y recurrente a lo largo de su obra. Sus objetos de vidrio, por ejemplo, representan la idea de “Vanitas” con sus coronas de vidrio que simbolizan la vanidad y asociaciones con fuerzas diabólicas. "No, no soy la más feliz, a pesar de que todas estas cosas están decoradas con hermosos adornos." (Dora Dolz con motivo del Premio Jeanne Oosting 2006).
La conmovedora serie de pinturas “Angeles Caídos”, creada después de 2001, trata sobre el bien y el mal y, más explícitamente, sobre la vida y la fugacidad. Las obras altamente expresivas muestran imágenes de santos, humillación y muerte en intensos contrastes de color. En 2005, se celebró una retrospectiva de estas pinturas inspiradas en temas católicos en la Iglesia Remonstrante Arminius de Rotterdam. A pesar de la gran versatilidad y el afán de experimentación que se expresa en los materiales y técnicas utilizadas, Dora se mantuvo fiel a la pintura, a la que consideraba la fuente de su creatividad. "No puedo respirar sin pintar." “Pintar es ordenar: cuando hago un cuadro, intento organizar y dar forma a las emociones. A eso se reduce la vida.”
Esta combinación de vida y arte fue, quizás, la obra de arte más importante de Dora. En ningún otro lugar esto fue más visible que en su casa en Heemraadssingel, donde recibía a su amplio círculo de amigos de la vida cultural de Rotterdam. La decoración de su casa era, por así decirlo, el espejo de su vida. Sus coronas reales de cristal, espejos de plata de granja, jarrones y cuencos, se exhibieron en grandes estantes, armarios y mesas, junto con vajillas de barro y muchos otros artículos que coleccionó a lo largo de los años. Sus coloridas alfombras con motivos extravagantes se extendían por el suelo, a veces enrolladas en dos capas, y sus elaboradas lámparas de cristal se balanceaban suavemente en el techo. Obras de arte suyas y de amigos colgaban de las paredes de toda la casa, marcando una vida de cuarenta años como artista.
Su hija, la cineasta Sonia Herman Dolz, retrató esta vida en 2006 en un precioso documental, “Retrato de Dora Dolz”. La película, impregnada de nostalgia, recuerdos y deseos incumplidos, la muestra tal como ella veía la vida: auténtica y apasionada, como mujer, madre, abuela, vecina, maestra... como artista. “Yo soy así”, dice en algún momento de la película. "¡Así soy!" Era el activo más fuerte de Dora. Estaba realizando grandes obras monumentales cuando su enfermedad la golpeó. “La derribaron con armadura”, dicen en Holanda,... “con las botas todavía puestas”, lo llaman en España.
A finales de enero de 2008, Dora recibió la medalla ‘Wolfert van Borselen’ del municipio de Rotterdam como muestra de agradecimiento por la importancia y la influencia de su trabajo para la ciudad. En el Museo Boijmans Van Beuningen se presentó una exposición retrospectiva. Ella disfrutaba de ese interés por su arte. El 1 de marzo de 2008, Dora recibió también el reconocimiento español con una condecoración Real. Ella habría estado profundamente orgullosa de ello.
* Hans Walgenbach es ex director del CBK Rotterdam y del Museo Histórico ciudad de Rotterdam. En: Anuario de Rotterdam 2009, pág. 55-57.
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